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Declaración: Paro Internacional de Mujeres de la UFRO

Este 8 de marzo conmemoramos nuevamente el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Posiblemente recibas rosas, bombones y saludos felicitándote por el “Día de la Mujer”, pero vale la pena recordar por qué se conmemora este día y cuánto verdaderamente ha mejorado la situación de las mujeres en Chile.

Todo empezó con Celia o Elisa, junto con sus compañeras de fábrica el año 1857. Todas ellas vivían en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos. La historia nos cuenta que era una época en la que cada vez más mujeres se incorporaban en el mundo laboral y producción, en especial en la rama textil. Estas mujeres tenían que soportar jornadas de más de 12 horas a cambio de salarios miserables y éste fue un motivo para que las obreras de la fábrica salieran a reclamar por sus derechos. Ese día fue un 8 de marzo y las manifestantes fueron atacadas por la policía. Medio siglo más tarde, en marzo de 1908, 15.000 obreras marcharon por segunda vez por la misma ciudad al grito de “¡Pan y Rosas!“, demandaban un aumento de salario y mejores condiciones de vida.

Desde aquel histórico 8 de marzo, la fecha se convirtió en un punto recurrente para las protestas de las mujeres. En 1910 en una Conferencia Internacional de Mujeres estableció el 8 de Marzo como el “Día Internacional de la Mujer“, en homenaje a aquellas que llevaron adelante las primeras acciones de mujeres trabajadoras organizadas contra la explotación laboral. 


Desde aquella época a la actualidad hemos logrado enormes avances, el derecho a voto, el ingreso al mundo laboral, el derecho a la educación, etc. Sin embargo este nuevo 8 de marzo en más 40 países las mujeres se han adherido al paro internacional de mujeres y organizan manifestaciones masivas. Esto evidencia que sin bien hemos logrado avances aún hay muchas deudas pendientes.

Las Mujeres Trabajadoras en Chile 

El 1 de enero de este año en Islandia se promulgó una nueva ley para reducir la brecha salarial entre hombres y mujeres. La normativa contempla a las empresas de más de 25 empleados, las cuales deberán demostrar que hombres y mujeres reciben igual salario por el mismo puesto, arriesgando multas diarias en caso de no cumplir con dicho parámetro. Con esta nueva normativa Islandia se convierte en el primer país en el mundo en prohibir la brecha salarial.

La realidad de Islandia no podría estar más alejada de la nuestra. Según datos del Instituto de Nacional de Estadísticas (INE) la diferencia salarial entre hombres y mujeres en Chile es del 32%, convirtiéndonos en el quinto país con mayor brecha del mundo. Recordemos además que las mujeres representamos el 49% de la fuerza laboral.

Pero además un grupo importante de mujeres se encuentran al límite de la pobreza y en trabajos precarios, sin estabilidad laboral. Datos de la Fundación Sol (2015) señalan que un 74 % de las mujeres trabajadoras gana menos de $350.000; que sin subsidios un 31,3 % de las mujeres estaría bajo la pobreza; además de la existencia de una “discriminación vertical”, en tanto las mujeres suelen ocupar en mucha menor medida que los hombres puestos de poder. Al jubilarnos resulta que de las pensiones pagadas por las AFP, un 93,1 % de las mujeres recibe sólo $147.763 pesos o menos. Ni hablar de la discriminación en los planes de las Isapres por estar en edad fértil.


Las mujeres en las universidades chilenas

Respecto a la situación en las universidades chilenas, las diferencias entre mujeres y hombres evidencian la existencia de desigualdades inaceptables en pleno siglo XXI. Así el informe “Relaciones de género y políticas institucionales de igualdad en las universidades que integran el Consejo de Rectores (CRUCH)”, identifica que si bien las mujeres han logrado un extraordinario avance en la educación superior, superando las tasas de matrícula masculina, aún persisten los siguientes problemas: 1) Desigual promoción y participación de académicas: discriminación vertical y horizontal; 2) Segregación estudiantes por áreas de conocimiento 3) Androcentrismo de la ciencia 4) Acoso, especialmente sexual en todos los niveles y estamentos. Dificultad para tratarlo abiertamente.

Además, mientras un 62% de académicos son hombres, solo un 38% de académicas son mujeres. Respecto al grado académico, casi un 70% de los académicos tienen Doctorado, y solo un 30% de académicas tienen este grado. En el caso de la carrera académica, en las jerarquías de profesor asistente los académicos son un 70% y las académicas solo un 30%; mientras que en la jerarquía de profesor titular casi un 77, 8% son hombres mientras que sólo un 22,2% son mujeres. Respecto a las publicaciones científicas, un 72,2% corresponde a publicaciones de académicos y sólo un 22, 8% de académicas mujeres.

En el caso de las funcionarias, en promedio por cada 10 académicos/as hay 7 funcionarios/as, con más mujeres que hombres, la mayoría cumpliendo funciones administrativas. El estudio concluye que se evidencian brechas importantes al interior de la universidad, donde en general hay más presencia y participación de mujeres que de hombres, pero en promedio las autoridades académicas mujeres son menos de un 30%; además de la existencia del llamado “techo de cristal”, donde en la medida que se asciende en jerarquía académica o en cargos de autoridad universitaria, disminuye la presencia femenina.
En el caso de la UFRO, los datos del año 2016 señalan que la planta académica cuenta con 393 académicos hombres, mientras que 223 son académicas mujeres. Respecto al grado académico, mientras 149 hombres tienen Doctorado, sólo 71 mujeres poseen este grado, evidenciando una clara brecha en este punto. La Jerarquía académica también muestra una enorme diferencia entre hombres y mujeres, ya que mientras 38 académicos tienen jerarquía de profesores titulares, sólo 11 académicas alcanzan la misma. Además mientras que 91 académicos poseen la jerarquía de profesor/a adjunto o asociado, sólo 32 académicas tienen esta jerarquía. Los datos muestran también una diferencia en el tipo de jornada, ya que mientras 219 académicos tienen jornada completa, sólo 136 académicas están en esta condición. Finalmente podemos señalar que los datos de publicaciones indexadas nos muestran que 149 de ellas tienen como autor principal a un académico, mientras que 79 tiene como autora a una académica. Las desigualdades y brechas son evidentes.

Respecto a la planta funcionaria, se observa una menor desigualdad de género entre tipo de contrato y jornada; mientras que las diferencias mayores se evidencian en el tipo de trabajo que realizan hombres y mujeres, concentrándose éstas últimas en tareas administrativas.
Mucho por qué luchar. Si sumamos a esta realidad que nuestra universidad se encuentra en la región más pobre de Chile, con un alto porcentaje de población mapuche, con altos niveles de represión y violencia policial  contra las mujeres y niñas, donde la violencia de género es una realidad presente en nuestras relaciones personales y laborales, creemos que hoy es más necesario que nunca seguir visibilizando y luchando por nuestro derechos:  trabajo estable, igual trabajo igual salario, fin a la violencia y represión y por una política de género en la Universidad.